Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Un autor desconocido


Si novelescas y accidentadas son las andanzas de la obra, el destino no ha querido depararnos mejor suerte en lo que respecta a su artífice, Jerónimo de Vivar, ya que el desconocimiento y la contradicción presiden cuanto se diga y escriba sobre la vida de este burgalés indiano, según la propia confesión que se declara en el colofón: Acabóse esta crónica y relación copiosa y verdadera, sábado a catorce de diciembre del año de nuestro nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y quinientos y cincuenta y ocho años, hecha por Gerónimo de Vivar, natural de la ciudad de Burgos.

Nacido probablemente hacia 1524 o 1525, ignoramos cuándo y en qué condiciones se traslada a los Reinos de las Indias, puesto que el Catálogo de Pasajeros a éstas no consigna ninguna información registrada con dicho nombre. Sí sabemos, recurriendo a sus escritos, de su paso por otras regiones americanas antes de recalar en Perú y Chile, pues en uno de los pasajes nos informa: ... aunque en otras partes que yo he visto y me he hallado de Indias... y más concretamente, tenemos la certeza de su estancia en Santa Marta, donde escuchó la fabulosa historia del viaje del capitán Francisco César, de labios de uno de sus hombres, expedición que diera lugar a la leyenda sobre la mítica ciudad de los Césares o Trapalanda: ... según dijo en Santa Marta uno de los compañeros que yo vi, que con él había andado. Y también le oí decir que habían pasado por una provincia de gente barbada, y ansí son estos comechingones, ...

Con toda probabilidad hubo de pasar al Perú con motivo de las revueltas acaecidas en tiempos de Núñez Vela y La Gasca para acompañar a Valdivia en su regreso a Chile cuando aquéllas dieron a su fin. Si atendemos a los datos que nos ofrece él mismo, podemos observar que en todo su relato nunca emplea la primera persona hasta el inicio de la campaña por territorio araucano, puesta en marcha a principios del año 1550, de la que nos dice: Y con esta orden iba marchando, topando en cada valle indios que nos daban guazábaras o recuentros y punaban y trabajaban con toda diligencia defender nuestro viaje y entrada de su tierra cada el día. Poco más adelante añade: Caminamos con esta orden hasta treinta leguas adelante del río de Itata que arriba dijimos, y apartados de la costa de la mar catorce leguas, donde se halló muy gran poblazón y tierra muy apacible. Y en este compás de leguas que habemos dicho, hallamos un río muy ancho y caudaloso.

Testigo directo, aunque no partícipe, de la batalla de Andalién y del encuentro con el cacique Ainavillo, Jerónimo de Vivar formó parte de la armada del capitán Juan Bautista Pastene en el reconocimiento que se efectuó en busca de bastimento a las islas de Santa María y de la Mocha -emergentes frente a las costas araucanas-, acciones incluidas en la campaña ya mencionada. Posteriormente le vemos en la fundación de la ciudad de Valdivia y acompañando al conquistador extremeño al punto más meridional alcanzado nunca por éste: Caminamos quince días por tierra muy poblada, donde llegamos a un gran lago que está a la falda de la cordillera nevada. Estuvimos en una loma pequeña que a las espaldas tenía. Este lago se puso por nombre el lago de Valdivia. Estará treinta leguas de Valdivia.

Desde aquí regresó el gobernador a la Concepción y Santiago, debiendo de permanecer Vivar en la primera de las poblaciones citadas hasta el nuevo retorno de Valdivia, para incorporarse posteriormente a la expedición marítima del capitán Francisco de Ulloa en dirección al estrecho de Magallanes, viaje poco conocido en sus detalles e interesante de leer en nuestro cronista. Habiendo zarpado de la bahía de la Concepción, recalaron en el resguardado puerto valdiviano, donde se ultimaron los preparativos necesarios para tal empresa. La navegación se desarrolló bordeando la recortada costa meridional chilena, pródiga en archipiélagos y canales, hasta un lugar que señalaron próximo a los cuarenta y nueve grados de latitud sur y al que bautizaron con el nombre de los Puertos de Hernando Gallego. Desde este abrigo arrumbaron las dos embarcaciones hacia la entrada del estrecho, suceso que dejamos que nos describa el propio protagonista: Salimos de este puerto a seis de diciembre y seguimos nuestro viaje y llegamos día de Nuestra Señora de la Concepción, que se contaron nueve de diciembre del año de mil y quinientos y cincuenta y tres. Llegamos a la boca del estrecho de Magallanes y estuvimos allí dos días por no nos aclarar el tiempo. Y aclarado el tiempo, se vio la boca del estrecho que tiene tres leguas de ancho. Tiene dos isletas en medio y al lado del norte tiene unosfarellones que parecen velas. A la banda del sur tiene una isla a manera de campana, y así se llama la isla de la Campana. Es montuosa y poblada de indios. Tienen sus casas cubiertas con cortezas de árboles y con cueros de lobos marinos y tresquilados. Está en altura de cincuenta y un grado y medio.

No está totalmente claro y suficientemente comprobado que en esta oportunidad se reconociera en realidad el estrecho de Magallanes, y parece mucho más verosímil que las naves que capitaneaba Francisco de Ulloa fondearan y examinaran cualquiera de los múltiples senos y canales que caracterizan aquel complicado litoral, confundiéndolo con el auténtico paso que une los dos océanos. Sea como fuere, a mediados del mes de diciembre se emprendía la navegación de vuelta hacia el puerto de Valdivia, arriando las velas en la bahía de Corral a los pocos días después de haber ocurrido la desgraciada muerte del gobernador. Vivar debió de pasar entonces a la ciudad de la Concepción, bien en la misma armada o bien por tierra, pues tras el ulterior revés sufrido por Francisco de Villagrán, se encuentra en el precipitado abandono de la ciudad penquista, en los primeros días de marzo, según él mismo señala: E visto el general [Francisco de Villagrán] que desemamparaban la ciudad, salió fuera en unas barcas que estaban en la playa. Hizo embarcar ciertas mujeres viudas e doncellas, e yo estuve con él hasta que se embarcó.

Vuelto a Santiago, debemos de suponer que durante los acontecimientos que se desarrollaron hasta la aparición de don García Hurtado de Mendoza, Vivar hubo de permanecer inmerso en la tarea de recopilar los diversos traslados de los distintos documentos utilizados en la confección de su obra, informándose de los sucesos que él no había tenido la oportunidad de admirar directamente antes de su llegada, que fueron bastante numerosos y constituyen una parte muy importante del manuscrito. Igualmente en el transcurso de esta etapa hubo de ordenar sus propias anotaciones y descripciones -casi siempre acertadas y de gran valor, como veremos al analizar las características- en las que se condensa el mayor interés conseguido en la crónica. En 1558 aun se hallaba al parecer en la ciudad bañada por el Mapocho, y es en ese mismo año cuando concluye la crónica y relación copiosa y verdadera, como hemos tenido la oportunidad de destacar en el colofón. De allí pasa a la ciudad de los Reyes para declarar en el proceso que se seguía contra Francisco de Villagrán por los enfrentamientos e irregularidades detectadas tras el fallecimiento de Valdivia, y a partir de este momento desaparece cualquier nueva prueba o averiguación y el más absoluto silencio se cierne sobre nuestro escritor. Bien pudo regresar a Chile, permanecer en el Perú, o bien retornó a España con el ánimo de presentar su obra en la corte e intentar publicarla, ya que algunos indicios apuntan hacia la posibilidad de que la misma se encontrase en nuestro suelo antes de 1563. También pudiera ocurrir que una copia preparada al efecto fuese remitida a la Península aprovechando cualquier circunstancia favorable.

La falta absoluta de datos en todos los documentos referidos a la conquista en torno a la figura de Jerónimo de Vivar, puesta va de manifiesto desde un principio por el gran historiador chileno Diego Barros Arana17, y posteriormente por el profesor Demetrio Ramos18, llevó al primero de ellos a presuponer que dicha denominación correspondía sencillamente a un seudónimo adoptado por el secretario de Valdivia, Juan de Cardeña, o Juan de Cárdenas según otras lecturas y otros escritos. Esta tesis, avalada por Antonio de León Pinelo, que se refiere a Vivar como Secretario del General Pedro de Valdivia, vino a afianzarse y a tomar cuerpo al comprobarse la gran similitud detectada entre las cartas redactadas por Pedro de Valdivia y la crónica de Vivar, en algunos párrafos fiel trasunto de aquéllas. De este modo se daba explicación, por una parte, a la utilización evidente de la correspondencia valdiviana en la obra del burgalés, y por otra, se aunaban fácilmente dos apellidos de gran significación y resonancia cidianas, como son los de Vivar y Cardeña, aceptando, eso sí, que ésta fuese la lectura correcta y que no tuviese ninguna vinculación con el municipio cordobés del mismo nombre. Esta hipótesis, que defiende una misma identidad para ambos personajes, ha perdido en la actualidad toda consistencia a la luz de la narración, puesto que las actuaciones conocidas de uno y de otro no permiten sustentar ninguna coincidencia entre ellos. Es preciso aclarar no obstante que Barros Arana no tuvo la oportunidad de conocer y manejar el manuscrito en cuestión.

En el estado actual de nuestros conocimientos, y mientras no dispongamos de mayores datos sobre la vida y la persona de Jerónimo de Vivar, nosotros nos inclinamos a pensar que nuestro autor se contaba entre alguno de aquellos geógrafos, escasos suponemos, que reconocían y registraban las características de la tierra, mientras acompañaban a Valdivia, según el mismo conquistador informa en sus cartas en repetidas ocasiones: E porque, como dicho es, él [Jerónimo de Alderete] sabrá dar razón de todo lo que se le pidiere e lleva la relación de la tierra, aunque la discrepción della no puede ir ahora, atento que traigo, así por la tierra adentro como por la costa, cosmógrafos que la pongan en perfección para la enviar a S.M. e a Vuestra Alteza e no estar acabada: enviarla he con los primeros navíos que partan.19. Estas líneas que acabamos de reproducir las dirige el gobernador chileno al príncipe don Felipe con fecha 26 de octubre de 1552, y casi exactamente las mismas palabras las repite a su padre el emperador Carlos en el mismo correo y en el mismo día. De su atenta lectura se desprende que Pedro de Valdivia disponía de ciertas personas dedicadas a estos cultos y necesarios menesteres y que preparaba un compendio geográfico del territorio que estaba incorporando a la corona castellana, en el que se contenían lo mismo noticias de las características físicas relacionadas con el temple y la naturaleza del suelo de la nueva gobernación que diseñaba y trataba de organizar bajo el título de Nueva Extremadura, como informaciones sobre la vida y las costumbres de los recientes súbditos adquiridos por la fuerza de las armas para la administración española: Por la noticia que de los naturales he habido y por lo que oigo decir e relatar a astrólogos y cosmógrafos, me persuado estoy en paraje donde el servicio de nuestro Dios puede ser muy acrecentado20.

Lógicamente, con la desaparición de su impulsor y los sucesos que se originan a continuación, debieron de quedar relegados a un lado los proyectos geográficos en espera de una mejor ocasión, pero como acabamos de ver, éstos se encontraban ya en marcha y a falta únicamente de algunos detalles y de una versión definitiva que pudiera ser presentada a Su Majestad. Seguramente se aguardaba al resultado que depararán los descubrimientos efectuados durante la navegación al estrecho de Magallanes para incorporarlos a la descripción, puesto que los mismos eran de gran importancia en las reclamaciones y peticiones que desde la gobernación chilena se elevaban a la corte: Sacra Majestad: en las provisiones que me dio y merced que me hizo por virtud de su real poder que para ello trajo el Licenciado de la Gasca, me señaló de límites de gobernación hasta cuarenta e un grados de norte sur, costa adelante, y cient leguas de ancho ueste leste; y porque de allí al Estrecho de Magallanes es la tierra que puede haber poblado poca, [...] muy humillmente suplico sea servido de mandarme confirmar lo dado y de nuevo hacerme merced de me alargar los límites della, y que sean hasta el Estrecho dicho, la costa en la mano, y la tierra adentro hasta la Mar del Norte21.

Aceptada nuestra suposición sobre la verosímil ocupación de Vivar, no nos ha de extrañar entonces la estructura premeditada que adoptan ciertos capítulos y la ordenación interna alcanzada por los mismos, intercalados hábilmente en el conjunto del relato y dedicados todos ellos a describir los diversos valles chilenos y las costumbres de los naturales que los habitaban, desde la desértica zona de Atacama hasta la región lluviosa de Valdivia, incorporando al hilo de la narración las noticias que se obtuvieron gracias al viaje de vuelta de Francisco de Villagrán, desde los reinos del Perú a través del actual territorio del noroeste argentino. A este cúmulo de conocimientos se añaden además otros títulos destinados a ofrecer alguna información complementaria, como por ejemplo los que se ocupan de la cordillera de los Andes, de los puertos que hay desde el valle de Atacama hasta la ciudad de Valdivia y de la altura en que están, sin faltar, por supuesto, un apartado dedicado exclusivamente a los puertos que descubrieron los navíos que envió el gobernador a descubrir el estrecho de Magallanes y en qué grados están.

De la misma manera podemos entender ahora la presencia frecuente de nuestro escritor a bordo de las distintas naves que recorren el litoral chileno en diversos cometidos, hecho que no pasó desapercibido para el historiador Tomás Thayer Ojeda, el cual había llamado ya la atención sobre la vinculación marinera que podía observarse en Vivar22, lógica de ser cierta nuestra conjetura, puesto que no en vano toda la labor geográfica y cosmográfica de la época se hallaba íntimamente ligada a los estudios náuticos. Así mismo podemos explicarnos también el paralelismo existente entre las cartas de Valdivia y la crónica, ya que los documentos que formaban el fondo de la secretaría del gobernador, sin duda debieron de ponerse a disposición de un proyecto que animaba y alentaba el mismo Valdivia.

Así, a este material inicial que habría de servir para la descripción de la Nueva Extremadura, olvidada y abandonada la idea primitiva, Vivar le fue incorporando el resto, concebido ya por él el plan y la intención de una crónica que relatase desde los primeros avatares las vicisitudes sufridas por don Pedro de Valdivia y sus compañeros. Pudiera ocurrir igualmente que nuestro autor hubiese aprovechado y utilizado algunas recopilaciones ya existentes, referidas a este período y basadas en las cartas, que podrían circular entre algunas manos por el reino de Chile, ya que de haber manipulado los archivos epistolares del gobernador u otros documentos relativos a su persona, no se detectarían los errores que la crónica contiene. Sin embargo, de lo que no puede dudarse en ningún modo es del empleo de otros escritos, como muy bien afirma en la dedicatoria al príncipe Carlos: Y estoy confiado, como ciertamente me confío, que en todo seré creído, y porque no me alargare más de lo que vi, y por información cierta de personas de crédito me informé, y por relación cierta alcancé de lo que yo no viese. Declaración que volvemos a encontrar casi repetida en el proemio, donde redunda: Y en ella no pondré ni me alargaré más de como ello pasó y como yo lo vi y como ello aconteció, puesto que parte de ella me trasladaron sin yo verlo ni sabello, ...

En uno u otro supuesto, queremos resumir nuestra opinión sobre Jerónimo de Vivar diciendo que, o bien se encontraba dentro de las personas encargadas de recoger y preparar para su posterior redacción la información obtenida sobre el reino de Chile, tal como hemos expuesto, y al abandonarse tal intención utilizó el material elaborado para la construcción de la crónica junto con otros escritos, o bien nuestro personaje se benefició de extractos y compendios de la ya tantas veces mencionada descripción, a los que añadió los hechos de don Pedro de Valdivia relatados por testigos de los mismos, sin faltar en ninguno de los dos casos la propia experiencia del autor sobrevalorada hasta ahora en exceso: Serenísimo Señor, he hecho y recopilado esta relación de lo que yo por mis ojos vi y por mis pies anduve y con la voluntad seguí, para que los que leyeren y oyeren esta relación se animen a semejantes descubrimientos, entradas y conquistas y poblaciones, y en ellas empleen sus ánimos y esfuerzos en servicio de sus príncipes y señores, como este don Pedro de Valdivia lo hizo.